«LA INVENCIÓN DE MOREL», de Adolfo Bioy Casares

978846703569    Esta novela escrita por Bioy Casares en 1940 hay que encuadrarla en lo que suele denominarse literatura fantástica. Yo llego a ella por las palabras que Robeto Bolaño vierte en un programa de Tv dedicado a su obra y de la que habla magníficamente. Cuando comencé a leer «La invención de Morel» en la edición de Espasa, me encontré con el prólogo que le dedica su gran amigo Jorge Luis Borges y donde sostiene que la trama es » perfecta». Dos estímulos lo suficientemente edificantes para leerla. Ya sabía yo de esta obra a través de otros autores y por los pedidos de nuestros clientes que la demandaban en la librería. Pero ha sido por estas fechas cuando he mostrado un interés especial por su lectura.  Si se lee sin ayuda externa, es decir, sin influencia de críticos o especialistas en Bioy Casares será igualmente provechosa. Sujeta al lector desde el principio. En cualquier caso la solvente introducción de Trinidad Barrero López en la edición de Austral, que es donde yo la he leído, nos aproxima e instruye sobradamente  acerca de la temática más persistentes de Bioy Casares, esto es, de la idea del amor imposible, sobre la soledad o la incapacidad de comunicación del individuo, de la importancia de la creatividad o al arte como válvula de salvación y sobre la inmortalidad. «La invención de Morel», en cualquier caso, sugiere múltiples interpretaciones.

           El argumento de la novela tiene que ver con la huída de un preso a una isla desierta, al menos, así se lo aconsejó un compañero de celda. Es él quien cuenta la historia en primera persona, es decir, el autor recurre al  narrador equisciente y este narrador es quien alimenta la novela junto a unos «papeles amarillos» o diarios que encuentra en la isla y por el que Morel, su autor,  otro personaje principal de la novela y habitante de la isla  nos irá presentando a los demás isleños y por el que sabremos de una máquina ideada por él  y  que captura la existencia de los personajes al grabarlos y que paradójicamente termina en fatalidad. La primera aparición es la de la bella Faustine de la que queda  prendado el prófugo. Antes había escuchado ruidos de personas y la finalidad del protagonista no es otra que intentar contactar con ella; para ello, recurre a un pequeño jardín que improvisa y cuida  y cuál será su sorpresa  al apreciar que es un personaje que no advierte de su presencia. El resto de la historia tiene que ver con el protagonista y su deseo de poder estar con la bella Faustine por lo que deberá manipular y saber del manejo de esa máquina inventada por Morel.

            Da la impresión que  Bioy Casares en esta novela tantea y explora  sobre las angustias del individuo y busca fórmulas de salvación. En su discurso para el Premio Cervantes que recibe en 1990 recuerda las palabras de Fray Luis de León, un poeta que le habla sobre lo que él quiere escuchar, como esta lúcida reflexión :<<«lo insustancial del triunfo y la vanidad»>>. También recuerda el «inolvidable» comienzo de «El Quijote» y que para antes de terminar el primer capítulo  ya sabía que quería ser escritor.

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