«LAS PALABRAS»,de Jean-Paul Sartre.

              <<«Las palabras«>> de Jean-Paul Sartre me ha parecido una autobiografía sublime por su originalidad formal, por nutrirla de contenido y por su capacidad de síntesis. Desde unos cimientos sólidos como escritor Sartre no va sumergiendo en sus ambientes de niñez iluminada por los libros. Infancia ambientada en espacios y rincones llenos de libros polvorientos y que nos va describiendo con maestría al hombre de letras que será y a ese niño impresionado, absorbido, perdido  y maravillado por <<«Las palabras«>>. Escribe:<<«Empecé mi vida sin duda como la acabaré: en medio de los libros«>>,(p.36). Y con la seguridad del hombre convencido afirma:<<«Muy pronto me encontré listo para considerar el profesorado como un sacerdocio y la literatura como una pasión»>>. Sacerdocio y pasión, dos términos que lo definen. Era consciente desde niño que  las palabras serían fuente de alimento, forma de vida, futuro y elevación, dicha para la familia.

                  El libro parece sumergirte en una isla pequeña de brisa apacible y serena, de ambiente de literatura y de libros y de lo que encierran y esto lo supo muy tempranamente Sartre.  Tras no pasar unas pruebas de ortografía siendo niño sabe que su mundo está en los libros decorados con letras que encuentra en su casa:<<«Yo no entendía nada…y mi fracaso no me afectó: yo era un niño prodigio que no sabía ortografía. Además no me molestaba volver a mi soledad; me gustaba mi dolencia:»>>, (p.68).

                   El ensayo es original y con singular y refinado estilo nos irá ofreciendo imágenes refrescantes y en poco espacio:<<«Yo tenía dos razones para respetar a mi maestro: deseaba el bien para mí y tenía el aliento fuerte. Las personas mayores deben ser arrugados, feas, incómodas; cuando me levantaba en brazos no me disgustaba tener que sobreponerme a cierto desagrado: era la prueba de que la virtud no era cosa fácil«>>,(p.69). Y tras el punto y seguido nos deleita con innumerables placeres sencillos pero él se inclina por los que alumbran la mente:<<«Había goces simples, triviales: correr, saltar, comer pasteles, besar la piel suave y perfumada de mi madre; pero daba importancia a los placeres estudiosos y complejos que sentía en compañía de los hombres maduros: el rechazo que me inspiraban formaba parte de su prestigio«>>, (p.69/70).

           Es audaz esta biografía de Sartre y no muy extensa, en formato bolsillo, con espigas en los rincones de la portada, imagen de la Editorial Losada y a la que agradecemos que haya publicado este libro inolvidable, que requiere <<«soledad absoluta…el que pide la lectura verdadera«>> como bien dice  Muñoz Molina. Tenía que escribir, <<» hago, haré libros, aunque <<«la cultura no salva a nadie»>> dirá el hombre que tomó <<«la pluma como una espada»>>, (p.214). Sabía que su obra no era ciclópea como la de Hegel o Shakespeare pero en su aportación había un trabajo exigente.

           Las páginas de cine, de los comienzos del cine son mágicas y entrañables, era <<el destino”>>.  <<”Yo quería ver la película lo más cerca posible. Aprendí con la incomodidad igualitaria de las salas de  barrio que este nuevo arte era tan mío como de todos.  Éramos de la misma edad mental, yo tenía siete años y sabía leer, él tenía doce y no sabía hablar”>>, (p.106). Y así con apasionados renglones nos van contando  el milagro del cine <<”yo que soy inaccesible para lo sagrado, adoraba la magia”>>(p.107).

             Y qué decir de la música, pretendía <<”vivir en la música”>>, así su descubrimiento. Y mientras escuchaba la música de su madre al piano, a Chopin o Chuman,  en el despacho de su abuelo imaginaba ser un mosquetero. Otra vez sólo, escuchando música, un poco alejado, jugando con la tizona y la daga, esto es con la regla y el portaplumas del abuelo.

            Pero había otra realidad, la de otros niños jugando en la calle. Cuando se topaba con ellos <<”perdía mi inteligencia prodigiosa, mi saber universal»>>. Esos niños, los <<”héroes de carne y hueso”>> dirá, eso es otra cosa. Y de ese mundo real lo salva su abuelo, Charles Schweitzer, que  lo llevaría a <<Escribir”>>, segundo y último capítulo que resumimos con esta frase corta y cristalina:<<”Hice menos cine: las novelas me colmaban”>>, (p.124).

           Este segundo esfuerzo, este iluminado capítulo es un alegato,  una defensa de la escritura y no  le importa reconocer su inclinación por el plagio y la imitación. Esa fue su temprana conducta, su manera de aprender a escribir y de esta manera no alborotaba la casa. ¡Y cómo aprendía! Escribía <<caprichosamente…y se inquietaban por lo imaginado”>>. Su madre se reía. Escribía y repetía. Estaba aprendiendo: <<”la docilidad de sus héroes”>>. Perdió esas novelas de la niñez, de no haberlas perdido <<” me entregarían toda la infancia”>>(p.130).

           Así ira construyéndose el escritor y filósofo Sartre, leyendo y escribiendo, con temblor en las manos, fascinado y desconcertado; capaz de unir letras y formar palabras que remueven la razón  y  atienden al  corazón. Alta literatura.

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«LA REBELIÓN DE LAS MASAS», de José Ortega y Gasset

                He leído la <<«La rebelión de las masas«>> en la edición de Alianza bolsillo pero tuve que pedir la edición de Austral para no perderme la extraordinaria Introducción que hace Julián Marías al ensayo de Ortega. Ya por sus comentarios  se observa la admiración que siente por el pensador:<<» Y al final nos da este párrafo de estricta filosofía original«, (p.14), o esta otra de inestimable deferencia:<<» ¿No empieza a ser sorprendente cuánta doctrina filosófica rigurosa está expresa en <<«La rebelión de las masas?»>>, (p.15). Apunta que este libro  <<es mucho más verdadero que hace cuarenta y cinco años«>>. Y termina por sustanciar algo importante que  <<«La rebelión de las masas«>> es un libro de filosofía. Vargas-Llosa, escritor liberal como Ortega resalta su <<«independencia de espíritu»>>.

              La obra intenta transmitirnos esa idea original de la masa arrogante  alejada de las élites que saben  y que provocan crisis de adormecimiento cultural y  de convivencia.  El hombre-masa es el hombre que <<«carece de normas y no admite reglas«>>. Se aleja de su individualidad para colectivizarse. No se trata, por tanto, de <<«clases sociales o de grupos>>. Y  entiende por masa <<«el hombre medio«>>. Casi todos los hombres pertenecen a la masa y sólo algunos se apartan de ella   cuando  están cualificados y ejercen su trabajo experto. Una vez acabado su trabajo de especialista vuelven a pertenecer a la masa. Nos encontramos, dirá Ortega, con una sociedad excesivamente especializada, estamos en 1930,  y aquí en esta excesiva especialización se configura  lo grave. Y lo grave es que esos hombres especializados, esos profesionales en su envanecimiento, ya no escuchan al hombre que se exige más, al que está verdaderamente cualificado para lo importante, es más, se consideran suficientes para hablar de lo que desconocen. El progreso y la ciencia avanzan más que el hombre y la mayoría de la masa  se acomoda al esfuerzo de los investigadores sin querer saber más. El problema se acentúa cuando la sociedad permite que la dirijan personas devaluadas política o intelectualmente y que son ciegos para observar sus propias imperfecciones e <<«incapaces de comprender el momento histórico«>> en el que viven. Carecen de proyecto, nos dirá.  Llega a sostener Ortega que <<«La rebelión de las masas«>> no es otra cosa que la anulación del alma. Y adelanta en este ensayo, publicado inicialmente en artículos de periódicos, que Europa se ha quedado sin moral. Aparecerán más tarde el comunismo y el fascismo como el mejor ejemplo de pueblos aborregados, de lo que Ortega llama hombres-masa.  Su mirada no deja lugar a dudas, es la de un pensador liberal que atiende y abraza al individuo exigente y será este quien deba dirigir al resto.

              Su amor por Europa y su preocupación están también  muy presente  en <<«La rebelión de las masas«>>. <<» Sufre hoy el mundo una grave desmoralización…por una desaforada rebelión de las masas y tiene su origen en la desmoralización de Europa«>>,(pág.154). Anticipó con sabia visión que era necesaria una Europa unida  que abrazase la cultura, los principios liberales y su espíritu científico. Luchó  por unos <<«Estados Unidos de Europa»>>, gobernados por una élite preparada  que no provocasen <<«trastornos en los valores cívicos y culturales«>>. Pretendía, en fin,  que esa  Europa moral fuera una instancia superior que ejerciera la auténtica filosofía. Le preocupaba Europa.

                Ortega, al parecer, no soportaba que considerasen este ensayo como trabajo político.  En su enfado llega a definir  las derechas y las izquierdas como <<hemiplejía moral>>, así nos lo recuerda Julián Marías  y que a mí me producen  sensación de cercanía y   de comprensión con el autor. Vemos como las ideologías nos dividen y alejan  e incluso afectan al carácter y a la convivencia. <<«Dos términos antitéticos«>> que diría Bobbio,  <<«conflicto entre ideologías«>>,  necesarios y que caminarán con nosotros allá donde vayamos.<<«Trascender«>> la política es el infinitivo que busco, esa mirada budista y que muy bien lo explica Lou Marinoff, catedrático y profesor de filosofía, en su <<«ABC de la felicidad»>>:<<«Y por eso trasciende el budismo la política: porque todo sistema político que el ser humano ha concebido hasta la fecha tiene profundamente enterrados en sus cimientos unos principios filosóficos o religiosos (si no ambos). Si uno socava esos principios, el edificio político se desmorona; pero si los <<«trasciende»>>, sencillamente deja de necesitar el edificio. Lo ha superado para convertirse en un ser autogobernado«>>,(pág.250) Esto es, sin lugar a dudas, un camino, pero de una inteligencia descomunal, el camino medio budista, sobre todo en asuntos de política y de religión.

                    Es imposible regar la reseña con todas las ideas que Ortega nos regala en este extraordinario ensayo. Tampoco es obligado abarcar todas las propuestas del autor. Eso sí habrá que poner atención a ese estilo peculiar, a esa forma de transmisión de conocimientos. Es indudable que se preocupa por un lenguaje exigente, con un tono y un ritmo armónico, estrella también del ensayo.

                   Apuntado lo que considero más cardinal  no quisiera dejar atrás la aguda mirada  del pensador en lo que concierne a esa disposición natural del hombre para entregarse a empresas de contenido social y de crecimiento personal:<<«La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde…Por otro lado , si esa vida mía, que sólo a mí me importa, no es entregada por mí a algo, caminará desvencijada, sin tensión y sin forma…«>>(p.19) y que puede conectar con las palabras sabias de  Paramahansa Yogananda:<<» No debes dejar que tu vida vaya por el camino ordinario. Haz algo que nadie haya hecho, algo que deslumbre al mundo«>>.

                Un ensayo de obligada lectura, más bien, un consejo necesario de librero.

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