«ANALES CERVANTINOS. Notas al margen de un centenario», de Francisco Rico.

978841660135       En el prólogo de estos «Anales cervantinos», recopilación de artículos que fueron apareciendo en El País y que aquí aparecen con  algunos retoques, siempre en beneficio del lector, el autor nos adelanta <<«que el Quijote puede no ya leerse sino descubrirse de muchas formas que no son la lineal de cabo a rabo»>> y es su deseo, el de Francisco Rico, que estos apuntes permitan a los lectores acercarse a la colosal novela aunque sea de manera transversal y acariciar la posibilidad de que se lea íntegramente y se relea, aspiración máxima de nuestro  prologuista.

       Acercarse a estos comentarios sobre Cervantes de uno de sus lectores más apasionado, especialista erudito del excepcional novelista y de su  época, con una prosa limpia y cultivada, para mí uno de los mejores escritores en lengua castellana, es un verdadero deleite.

        Si hemos señalado que es especialista en Cervantes, debemos aclarar que lo es más de la época humanista  – «de Petrarca a Erasmo», rotulará con subtítulo su ensayo «El sueño del humanismo» y que tanto disfruté al recorrer sus páginas.

         Por estos «Anales» sabemos que Cervantes estuvo en sus últimos años al servicio de su editor Francisco de Robles, allá por 1608 y que añadía a su oficio de editor otras actividades, entre ellas, una de carácter inmobiliario y que Cervantes además de escribir llenaba su tiempo con otras ocupaciones que le permitían conocer a mucha gente y <<hacer amigos»>>, palabras de su hermana Andrea. Que muchos protagonistas de la novela están perfilados sobre personas reales, <<«modelos vivos»>> por <<«haberlos conocido y tratado»>>. Al parecer, el propio Quijote, que aparece en unos documentos encontrados por dos investigadores, tiene su réplica en la vida real en Francisco de Acuña y que persiguió a Pedro Villaseñor  <<«a caballo y con lanza, broquel y montante»>> por el Toboso, en 1581.

      De Avellanada nos dice Rico <<«sabemos lo que vale la pena saber»>>, es decir, que no es el autor de la Segunda parte del Quijote, es un autor mediocre por más que conociese   la literatura más importante de la época, que admiraba a Lope de Vega y que estaba cercano a la devoción mariana, siendo Cervantes devoto de los dominicos. Nuestro ecdótico autor y académico sostiene que no hay mejor tumba que todo un templo, el convento de las Trinitarias, para descansar, cumpliendo así la voluntad del propio Cervantes:<<«reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no se les quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace»>> pág. 22 y más adelante se acomoda y asienta en esta misma opinión:<<«Ello debiera convencer al municipio de que lo sensato es contribuir a que la Iglesia de las Trinitarias se conserve primorosa, conociéndola como lo que es, toda ella tumba de Cervantes»>>, pág. 27.

            También nos encontramos con desavenencias  que  nuestro avezado cervantista no rechaza, al contrario, las encara sin escatimar elogios al escritor o a la iniciativa que lo merezca, pero siempre, aclarando su criterio. Es el caso de Trapiello y su traducción al castellano actual del Quijote que sin restarles los méritos «irreprochables» apuesta más por «un Quijote de notas sucintas y adecuadamente redactadas», pág. 50 o la extrañeza de Julio Llamazares por la sorpresa de que en Lérida, Tárraga o Cervera no se exteriorice los pasos del Quijote y que para nuestro autor, Llamazares «vaga por la biografía a su albedrío» ya que Sancho y don Quijote en la novela, abandonan Zaragoza para ir a Barcelona y no pasar por esos lugares, pág. 55.

       La excelente prosa de Francisco Rico y sus juicios bien asentados, experto de esa época de Oro y la musicalidad de sus textos, me han permitido pasar un tiempo entretenido y provechoso.  Tengo por costumbre subrayar los ensayos que leo, acotar alguna nota, pero en esta recopilación  he decidido no apuntar nada especial por ser distintivos y luminosos los artículos en su totalidad  que amablemente nos regala Francisco Rico  a los lectores.

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