«LA LLAMA INMORTAL DE STEPHEN CRANE», de Paul Auster.

Paul Auster es un escritor de tantos recursos literarios, además de exigente, capaz de la paciencia para la documentación y un seductor, que resulta difícil que nos defraude ante cualquier iniciativa literaria que se proponga. Se le ve encantado con el personaje:<«Ciento veinte años después de su muerte, Stephen Crane sigue ardiendo«>>. Un requiebro, una recomendación, una frase que nos arrastra para hacernos saber de la altura literaria de Crane.

<<«La llama inmortal de Stephan Crane«>, este es el título. Todo es llama y luz. Ya sabemos que no nos defraudará. Ha cogido la flor por el pedúnculo y ya atendemos a su hechizo, podemos imaginarnos lo que escribirá y cómo lo hará cuando describa la eclosión, la riqueza del personaje que no conoce la gente de la calle, los lectores normales. Esta es la razón por la que escribe esta biografía, además de fascinación, dos años de trabajo y arrobamiento lector.

Por 1890 ya Stephan Crane caminaba por Nueva York con tan sólo veintidós años con obras maestras a su espalda, y con vestimenta <<«zarrapastrosa>> escribe Auster. Le daba vergüenza salir a la calle. Así los tiempos. Sería por 1893, con la debacle económica de Estados Unidos, gente sin trabajo cuando peor lo pasó. Sin dinero, con aspecto desaliñado, los dedos amarillos por el tabaco, la dentadura descuidada era la imagen que proyectaba con veinte años. Con veinticinco publicaría <<«La roja insignia del valor«>> la novela <<«más imperecedera del siglo XIX«>>, <<«el primer modernista norteamericano»>>, en opinión de Auster.

De familia religiosa, su padre era un clérigo metodista muy querido y de madre que impartía conferencias contra el alcoholismo. Es Stephen el más pequeño de los hermanos, el decimocuarto, algunos de ellos fallecidos y que no llegaría a conocer. Fue un niño mimado aunque también conocería la soledad por la distancia con sus hermanos, abandono que él llevaría con agrado. Con tan solo seis años ya sabía fumar y probado la cerveza, con poco más había escrito una poesía pidiendo encarecidamente un perro, sin este animal su vida no tendría sentido, pero serían los caballos su verdadera pasión, hasta el extremo de llorar con amargura en edad adulta por tener que abandonar un poni de aspecto deplorable y al que nadie quería. Sorprende su amor por los niños y los perros como se puede comprobar en el cuento <<«Un perro de color marrón oscuro«>> que sale disparado por la ventana por un personaje borracho y padre del niño, que lo desprecia.

Es un hombre de espíritu libre, callejero y ya en su juventud corresponsal de guerra. También disfrutó de amistades de reputado prestigio como Joseph Conrad, Henry James o Wells que lo respetaron y admiraron, como críticos de la época, aunque algunos fueron injustos en sus reseñas e incluso de marcado prejuicio que le amargaron la vida . Trabajó para el <<«Journal»>> de Randolph Hearst y para el ‘World’ de Joseph Pulitzer. Entre los veinte y los veinticinco años escribiría lo mejor de su obra. También sabemos que leyó con fruición <<«Guerra y Paz»>>, <<Ana Karerina»>>, el <<«Fausto>> de Goethe y su <<«Teoría de los colores«>>. Dice Auster, que Garland, un crítico que leyó su << Maggie una chica de la calle«>> no fue honesto en su crítica posiblemente por envidia <<«ante el hecho de que aquel delgado y menudo advenedizo, con su caótica formación e incorreciones gramaticales, con su propensión a utilizar mal el infinitivo y sus faltas de ortografía, pudiera darle mil vueltas escribiendo«>>. De toda la biografía, estas palabras de Paul Auster, sobre las carencias gramaticales de Stephen Crane, es una de las que más impresión me han causado cuando lo leí. Talento a raudales y descuidos ortográficos como resumen. . También recuerda Auster que F. Scott Fitzgerald en <<«A este lado del paraíso«>> contenía fallos ortográficos importantes. El sagaz biógrafo nos recuerda la impresión que le causó al director de un magazine literario cuando visitó la habitación de Stephen Crane:<<«Aquí no hay muchas comodidades, ni adornos lujosos ni literatura, ya sea clásica o de publicaciones: nada sino el hombre y su intelecto»>>. Son regalos de las biografías que nos permiten escuchar clases magistrales de literatura por poco dinero. Ya sabemos que los templos sagrados universitarios y académicos, lugar de investigación y estudio que respetamos profundamente y tan necesarios, no son los únicos centros de aprendizaje.

Sin buscarlo Stephen Crane encontró rechazo por actos de indudable arrojo, sinceridad y de denuncia como el caso que presenció al ser detenida una prostituta por la policía sin motivo alguno que le llevó a defenderla en la prensa y en los tribunales. La policía le haría la vida imposible. Otro caso que pudo cambiar el sentido del voto republicano tuvo lugar el 21 de agosto de 1892 cuando Whitelew Reid dueño de <<Tribune>> había abandonado su cargo de embajador en Francia para formar parte de la candidatura republicana. Por varias razones casi todas ellas alimentadas por descuidos del periódico fue Stephen Crane al final quien presenció la manifestación y desfile de las Juventudes de la Orden de Mecánicos Unidos de América, y escribió el artículo de denuncia con inesperado escándalo que pudo cambiar el sentido del voto, cerrándole las puertas de la prensa estadounidense por años. Sabemos que la ciudad de Nueva York le fascinaba, sobre todo, los barrios bajos, las personas desfavorecidas, los que sufren. El gran hispanista y escritor estadounidense William Dean Howells escribió:<<«Lo maravilloso es la valentía con que trata a personas enteramente corrientes, y la dignidad, la belleza que les otorga el arte, la compasión del autor por todo lo que yerra y sufre»>>.

Es evidente que enfrentarse a una biografía extensa con cerca de novecientas páginas, con disfrute, sin altibajos en la lectura, obedece a dos poderosas razones: la primera, al talento desmedido de Paul Auster el autor de Nueva Jersey, y la segunda, por la personalidad e inteligencia, igualmente sobresaliente del joven escritor Stephen Crane, el biografiado. La conjunción de esos gigantescos rasgos creativos y personales te llevan a la admiración y a desear que el tiempo de lectura no desfallezca y el interés vaya creciendo cada día, milagro que sólo unos pocas logran alcanzar. Si Paul Auster estuvo <<«sobrecogido por el genio de un autor joven«>> impresión que ha quedado clara en esta extraordinaria biografía , a mí sólo me queda recomendarla y magnificarla de una manera personal y que suelo hacer del siguiente modo cuando algo me conmueve<<«abandona todo cuanto estés leyendo en este momento y dedícate a la lectura, en este caso, de <<«La llama inmortal de Stephen Crane«>>. Es una obra adornada con reseñas y crítica literaria , biografía, ensayo, historia, y casi diría que es una obra plástica donde se dibujan perfiles y rostros, naturaleza, ciudades, niños y animales, estados de ánimos y tempestades individuales.

De su obra cabe destacar <<«El monstruo»>>, <<«El hotel azul»>>, <<«Historias de Nueva York»>>,<<«Maggie: Una chica de la calle>>, <<«El bote abierto»>>, <<«Tercera violeta»>>,<<«La roja insignia del valor»>> , obra maestra que lo catapultaría a la fama y de guerra civil, y su libros de poesías de estructura rítmica libre <<«Los jinetes negros»>> y <<«La guerra es buena»>>. Escribió <<Esbozos»>> con fecundia y encanto literario, una manera híbrida de ficción y crónica. <<«El chéjov americano«>> para el crítico Robert Wooster Stallman.

Stephen Crane nacido en Nueva Jersey (1871-1900) estudió en dos universidades la de Lafayette en Easton y en la de Syracuse, en esta última se dedicaría más tiempo al beisbol. Murió por tuberculosis en Badenweiler (Alemania) con tan solo 28 años en los brazos de su viuda Cora Tayler, y está enterrado en el cementerio Evergreen (Nueva Jersey). Unos de esos momentos luminosos de su alma lo encontramos en las palabras que dirigió a Cora antes de morir:<<» Me voy de aquí apaciblemente, buscando hacer el bien, firme, resuelto, invulnerable«>>. Para Auster los valores literarios de Stephen Crane está <<«en las imágenes de increíble colorido para describir emociones, sus metáforas inesperadas y símiles, en la naturaleza muy presente y en los personajes desapasionados«>> y en esa exigencia de no juzgar y solo contar, que nos vale para cerrar esta reseña de la monumental biografía.

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